En la anterior entrada planteamos la idea de si realmente los juegos de rol de fantasía épica albergaban en su fondo ideas xenófobas. Para introducir tan peliagudo tema, explicamos el caso de Tolkien, que tanta controversia ha despertado a lo largo de años. Ahora me gustaría entrar en la materia más profundamente y, primero que nada, quisiera empezar por algo muy básico: el lenguaje.
“Raza” es una palabra que podemos encontrar en todo manual de juego de fantasía (y, por qué no, de bastantes otros) que se precie. De hecho, cuando tenemos en nuestras manos algún ejemplar de nuevo juego salido al mercado, es una de las primeras curiosidades que vamos a mirar –“a ver qué razas han puesto”-. Encontramos variaciones de los estándares humanos ciertamente leves: muy bajitos, muy fornidos, muy altos. Nada que les arrebate del todo una buena ración de humanidad; esto se debe a que un jugador “de manual básico” tiende a preferir personajes con los que le sea fácil prever sus emociones. No en vano, un humano de cualquier juego de rol posee todas las emociones e impulsos que los otros habitantes de su mundo imaginario, bastante más estereotipados. Así, nos encontramos con no tan diferentes razas jugables pero, al fin y al cabo, como dice el título, son razas. Pues bien, ese es el primer gran error, pues no sabemos de que estamos hablando exactamente.
¿Qué es una raza?
Científicamente hablando, nada.
Esta palabra se usó entre la comunidad científica hasta los años 50 ó 60, debido a que las nuevas ciencias genéticas pusieron al descubierto que las antiguas divisiones raciales por características físicas observables eran totalmente inútiles. Antes de aquello, los humanos nos dividíamos por esa clasificación que aún podemos encontrar en ciertos libros de texto de primaria: caucasoides, negroides, etc. Con el tiempo, se ha demostrado que esta diferenciación es errónea.
Las razas no existen, ni biológicamente ni científicamente. Los hombres por su origen común, pertenecen al mismo repertorio genético. Las variaciones que podemos constatar no son el resultado de genes diferentes. Si de "razas" se tratara, hay una sola "raza": la humana. [Fuente]
José Marín González, Doctor en Antropología de la Universidad La Sorbonne de París
[caption id="" align="alignleft" width="266" caption="Razas de ministro"][/caption]
Sin embargo, el concepto de raza ha quedado instalado en nuestro vocabulario coloquial, y lo utilizamos para diferenciar dos tipos de seres vivos: a nosotros mismos y a los animales domésticos. Negro, blanco, chihuahua, persa, churras o merinas… nadie duda de que se trata de subdivisiones dentro de, y ahí está el quid de la cuestión, especies.
Sin querer profundizar más en debate científico, he ahí el término adecuado: “especie”. ¿No es cierto que en los juegos de fantasía, en el capítulo de razas, se habla de humanos, elfos, enanos, etc. como razas? Sin embargo, en suplementos o en otros manuales vemos que puede haber “subrazas” de enanos, elfos y demás. Y algunos, por supuesto, razas “negras”, a saber: duérgar, drow, svirneflin. Razas que, viviendo en total carencia de luz, son negros. Aunque aceptásemos el erróneo término de “raza” en aras de facilitar el entendimiento de lectores de un espectro de edad y cultura amplio, este debería reservarse solamente para subdivisiones entre las especies diferentes. Así, “elfo” sería la especie, y “elfo marino”, “elfo de los bosques”, “alto elfo” serían razas.
¿Debemos pensar, pues, que estas divisiones son casuales, o más bien fruto de rancias costumbres presentes dentro de nuestra cultura –o, mejor dicho, de la cultura yanqui que hemos abrazado en los últimos veinte o treinta años-? ¿Deben los cetrinos y estúpidos semiorcos bárbaros recordarnos a alguien? ¿Y los codiciosos, barbudos y de grandes narices enanos, expertos en joyería? ¿De dónde procede la idea de nobleza y superioridad de los pálidos elfos? ¿No nos debería preocupar que se les trate de “hermosos y gráciles” presentando ese aspecto anoréxico?
Probablemente ya sea muy tarde para que podamos pedir desterrar la horrible palabra que es “raza” del título de tantos Capítulos Dos. Sin embargo, designar elfos, enanos, medianos como razas nos puede hacer pensar que se quiere hacer un paralelismo entre éstas y razas o grupos culturales humanos. Estereotipar etnias y camuflarlas con nombres rimbombantes para que, ni siquiera en un mundo imaginario, nos olvidemos de que los blancos siempre dominan los imperios humanos, que los negros viven debajo de ellos y son malos y que los bárbaros llevan cimitarras y tienen muchas esposas y harenes.
Podríamos entender esto de juegos históricos o con una reimaginación de una zona concreta, tipo Ars Magica o La Leyenda de los Cinco Anillos. Al fin y al cabo, la intención es recrear una zona del mundo aportando ideas nuevas. Pero hay una serie de ambientaciones, muchas fruto de una literatura mucho más actual que la de J.R.R. Tolkien, en donde parece ser que nadie pensó que sería buena idea que, por una vez, los grandes reyes de la humanidad fuesen mujeres y hombres de piel de ébano. O bien, que los bárbaros caníbales de la jungla de Talicual fuesen blancos como el marfil.
Probablemente sea una mezcla de costumbres muy enraizadas y puro márquetin (no en vano, los principales consumidores de estos productos de ocio somos bastante blanquitos), sin ninguna intencionalidad racista. Quizás, en realidad, este tema es tan obvio que querer sacar lecturas negativas sea innecesario o incluso oportunista. Simplemente, alguien quizá se dio cuenta un día que Diana era la menos popular de la serie… Podemos pensar así; podemos pensar que los Tolkien, Howard, Lewis eran hijos de su tiempo y que, aunque los tiempos han cambiado, lo que en un momento era visto como lógico y científico también puede valer para nuestros mundos de fantasía actuales. Después de todo, ¿no interpretamos a caballeros medievales en busca de la gloria personal, en lugar de liberar al campesinado y proclamar repúblicas?
Mi reflexión final es esta. Creo que los juegos de rol (al menos, los más populares) no son racistas en sí. Más bien, su defecto es de forma y no de fondo. Un juego de rol, al fin y al cabo, siempre nos recomienda que, si algo no nos gusta, simplemente lo cambiemos. Pero todos aceptamos la convención al final, y los drow son negros.
Quisiera cerrar el artículo citando un fragmento del Escenario de Campaña de Reinos Olvidados:
Ah, sí, los humanos. Sin duda hay muchos de nosotros dispersos por estas tierras, y aún más al otro lado de los mares divisorios. […] Aún puedes averiguar algo acerca de la procedencia de uno por su cabello, su constitución, su piel o su comportamiento, aunque cualquier viajero sabe que no puede dar nada por supuesto con una simple mirada. Recuérdalo. […] Sólo los dioses saben por qué nos habrán hecho tan diferentes.
PD: Espero que este artículo os guste tanto como el anterior, y espero veros pronto por aquí con algo nuevo que contar.
Es lógico (ni bueno ni malo, sólo lógico) que se usen modelos reales para representar cosas no-reales. De este modo, para la sociedad occidental lo desconocido era "Mogambo", y hoy en día lo hermoso sigue ciertos cánones.
Además, sería muy complicado descolgarse con una soga por la torre con una doncella de 200 kilos al hombro...